miércoles, 24 de junio de 2009

302.

Buscan el refugio de esas cavernas oscuras, exploradas ya muchas veces, con excitación casi infantil, que bordea la desesperación.

Ah, pero allí encuentran esa superficie fría al tacto, que espera ansiosa su llegada y lo que esta provoca. La toman con cuidado, acariciándola con suavidad, como si fuera la primera vez. La recorren entera, seduciéndola, invitando al calor a que se arraigue en su seno.

La presionan, a veces con ternura, a veces con violencia, aquí y allá, arrancándole reacciones excitantes e inevitables, que provocan. Sí, que provocan, a su vez, un deseo, un desafío vertiginoso e ineludible, que resulte en delirio. Desbordante. Sin aliento.

Así, esas presiones se intensifican en una desesperación de quien llama al ascensor compulsivamente, como si esto lo acercara con más rapidez, como si hiciera una diferencia. Pero la hace. Finalmente. Llega. Llegan. Ellas, las palpitaciones, bajo esa humedad fervorosa. La sienten. Vibrar.

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