martes, 2 de junio de 2009

Ni siquiera.

¿Y dónde queda el alivio?
¿Dónde está esa ablucíon fresca y desentumecedora?
Quizás era mejor que no supieras.
Quizás.
Quizás hubiera preferido pensar que eran las sombras,
que anidaban al fulgor de tus ojos.
Que estaban mal calibrados. Quizás.
Esta fría observación.
Esta negligencia avasalladora.
Esta...
Arrancó de mí lo que me animaba,
como un afiche callejero desgarrado sin piedad por un niño;
mancillado por el tiempo.

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