No estoy entera.
Así. Amputada.
Mis ojos no se acostumbran a no verte.
Mis brazos yacen lánguidos,
guardianes endebles de este cuerpo descuidado.
Mis dedos tiemblan intranquilos,
buscando el calor de sus guantes blancos y suaves.
Me hace falta tu perfume, también.
No basta con envolverme en cosas que has usado.
Van casi cuatro horas desde que no te veo.
Muero.
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