domingo, 31 de octubre de 2010

De cuando la razón se impone al deseo.

¿Sería tan difícil vivir momentos
sin crear recuerdos?
¿Vivirlos hasta que se apague la llama
y que no quede rastro alguno de ellos?

Sumergirse entonces despreocupada
sin el peso de una angustia anticipada;
solo la satisfacción plena
de ir en búsqueda de lo que uno desea.

Eso quisiera ahora.
Disfrutarte sin consecuencias.

lunes, 25 de octubre de 2010

(26)

hay días que mejor dejarlos quietos
así es que aquí estoy
dejándolo quieto
ya no contando
nunca más computando
días sin importancia
que hace tiempo ya
perdieron su significado
así es que a arrancar el almanaque
a despegar sus hojas
y quemarlas en la vereda
ver los días de tinta y papel
consumirse de agosto a agosto y casi noviembre
la tinta derritiéndose
dibujando mis pensamientos
y deletreando los dos números
que comenzaron la odisea.

sábado, 23 de octubre de 2010

¿Dónde están los finales felices?

Esto no es para ti.

Y fueron felices para siempre. ¿Pero cómo? Nunca me explicaron qué tenía que hacer luego de batallar con dragones. Quizás es porque nunca logré matarlos del todo. Pero a veces parecían la Hydra de Hércules, en cuanto mataba uno, dos más tomaban su lugar. No soy ninguna heroína. No pude salvarte. No pude salvar a nadie jamás. No podré salvarte a ti tampoco. Pero lo intento. Me arrastro vencida antes de desangrarme. Y te dejo con los dragones. Cobarde.

Hay un niño, un niño a quien llamaré M. Lo conozco desde que era muy pequeño, aunque no llego a verlo más de dos veces por año. Él tiene nueve años ahora. Y ya los dragones lo acompañan desde hace un par de años atrás. Nunca tuvo oportunidad. Los dragones fueron conjurados por su madre para protegerlo, pero se tornaron en contra suyo y ahora no hay quien los logre echar. El otro día se dio cuenta de que nadie quiere jugar con él. Sediocuenta. Se lo comentó a su madre y esta no supo qué contestar. Su madre tenía buenas intenciones. Incluso así, le falló. Y ahora él debe vestir su pesada armadura todos los días antes de ir al colegio. No quiero verlo. Ojalá no tuviera que verlo nunca más.

¿Por qué tú? Elijo las batallas que no puedo ganar. Los dragones me seducen y derrotan. Me ciega mi optimismo innato. Y me ciegas tú. Tú. Esto no es para ti. Fallé siempre. No iría a ser distinto contigo. Pero podrías haber sido la excepción. Podría haber conquistado. ¿Pero luego qué? Nunca me explicaron qué tenía que hacer luego de batallar con dragones. Así es que da igual.

lunes, 18 de octubre de 2010

confabulación de males

te busco cuando todos me fallan
cuando siento el reloj derretirse sobre mí
colándose por mis poros y
atravesándome la garganta
con los números hirviendo y
las agujas espinosas

te necesito cuando el mundo es gris y
el sol me evita
cuando el espesor de mi aliento
me nubla la vista y
la sangre se congela en mi piel azul

te deseo cuando las venas me palpitan y
mis labios se resecan
cuando tus medias sonrisas y
ojos entornados
taladran mi mente al ritmo de tu voz

te extraño cuando no lo recuerdo
cuando la necesidad me lo pide a gritos
cuando tus uñas en mi espalda y
tu respiración cálida en mi nuca
me desaparezcan por un instante que dure para siempre
(y luego ya no volver)

jueves, 14 de octubre de 2010

El tiempo no pasa, pero ella sí.

minutos
que cuelgan de mis pestañas
enredándose como lagañas

granitos de arena
que desafían la gravedad
apilándose en montañas sin edad


el tiempo
que se acumula en los rincones
cansado ya del paso ligero
de las carreras de pasiones

te dejaría pasar
si te viera llegar
pero solo una vez
solo una vez

domingo, 10 de octubre de 2010

Soliloquio.

Hola. Soy yo otra vez. ¿Te acordás de mí, no? Hace rato que quiero hablar contigo; tengo tantas cosas para contarte. Es solo que, a veces no quiero molestarte, ¿sabés? Te ves tan, no sé, te ves mejor, te ves distraída, por momentos hasta te ves bien, y te miro y me das pena. No quería arruinarlo. He visto cómo me mirás. Apenas me ves, tus párpados parecen tornarse más pesados, y, bueno, puedo entender que los quieras alejar de mí. Pero creo que ya es hora. Ya es hora de que te fijes en mí. Al menos por un rato. Al menos dejame contarte cómo estoy. Y es que estoy... tan... sola. Y llevo todo esto sobre mis hombros y no tengo con quien compartirlo. Y eso está bien. O bueno, es como debe ser. Soy como una vasija de cerámica que se ha roto y vuelto a unir. Estoy entera, me veo entera, y sin embargo, tan llena de grietas. Las noto todo el tiempo. Como se me escapa el aire por ellas. Y me ahogo. Y me entra la taquicardia, ¿entendés? Y no es justo. ¿Por qué la injusticia? ¿Por qué existe ese concepto que no existe sino en concepto? ¿Por qué? ¿Fui yo? Decime si fui yo. Me lo gritaron a la cara. Me miraron a los ojos y me lo dijeron. Si te miran a los ojos es porque es cierto, ¿no? Fui yo. ¿Y luego qué? ¿Cómo me atrevo a sonreír? ¿Cómo a despertarme? Si hubiera un Dios ya me habría castigado, ergo Dios no existe. El castigo es propio. El castigo ES mi sonrisa. ¿Y la suya dónde está? No era yo quien debía dársela. Sabe Dios que lo intenté. Bueno, lo sé yo, en todo caso. Mis sueños la encuentran muerta. Y le gritan en sus últimos minutos que la respuesta es sí, que aún sí. Mas yo no sé contestarla en vigilia. En la vida. En la sonrisa, que es mi tormento, que es mi castigo, que es una tortura. No sé contestarla. Y qué más da. Me encuentro sola y esa respuesta no lo cambiará. Lo estuve siempre. Ahora lo sé.

¿Y tú cómo estás?