lunes, 1 de diciembre de 2014

Poema al pedo


me pregunto si sabés
lo que fuiste para mí
me pregunto si querés saberlo
o si es mi ego
el que quiere decírtelo
para provocar una reacción
y que ofrezcas algo a cambio
que me sirva de consuelo
que me dure unos días
tal vez una semana
o si decírtelo es lo justo
si decírtelo es mi ego
pidiéndome que no lo escuche
me pregunto si es lo que diría Paulo Coelho
o un libro de autoayuda
"házselo saber"
si es uno de esos clichés
que todos odiamos que sean clichés
porque en el fondo creemos en él
me pregunto si decírtelo no cambie nada
quizás las palabras no te lleguen
quizás las palabras no me alivien
quizás este poema sea al pedo

lunes, 10 de noviembre de 2014

Un nudo.

si pasaras tus dedos por mis cabellos
y al bajar
te encontraras con un nudo
forzarías tu camino hacia abajo
molesta
rompiendo quizás alguno
para ya no volver a pasar
o lo tomarías en tus manos
y con un par de movimientos delicados
los alisarías con ternura
hasta que cuando volvieras a abrirte camino
el nudo ya no esté
o sí
da igual

miércoles, 5 de noviembre de 2014

un truco

es muy tarde
dijiste
y te dije
un ratito más
y te lo dije mil veces
y me decías que no sonriendo
y fue así
como se hizo mañana
y cuando despegaste tu boca de la mía
y me quisiste repetir aquella frase
sonreíste negando con la cabeza
porque no había nada que decir
ya no era más tarde:
teníamos todo el día

lunes, 15 de septiembre de 2014

Ya no escribo poemas de amor

Ya no escribo poemas de amor
no queda nadie para leerlos
no queda nadie para escribirlos
nadie quien golpee las teclas
ni nadie quien reciba los golpes
ya no quedas tú ni tu reflejo en la tinta negra
ya no está tu silueta en las sombras
dibujando letras
bailando
al ritmo de los golpes en las teclas
ya no quedan teclas
tampoco
de tantos golpes
ni siluetas en las sombras
ya no quedan ni sombras
ni nada
la luz las consumió
cuando la luz se consumió
y me dejó sola
sin sombras
sin letras
sin vos.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Otra noche.


Nos subimos al taxi. Éramos cinco, pero como éramos todas chicas, el chofer decidió ignorarlo. Pensé que no ibas a venir. No estaba en tus planes originales. Pero al final decidiste que venías. No sé si fue por miedo a perderte de algo o; no sé por qué fue.

Di la dirección del boliche mientras otra agachaba su cabeza para no ser descubierta. Sostenía un vaso de plástico con vodka y pomelo. Le pediste un sorbo aunque no te gusta mucho el vodka. Había tres conversaciones a la vez. Yo participaba en todas y en ninguna. Te miraba de a ratos, intentando no ser descubierta. De vez en cuando tú me mirabas a mí. No sé cuán seguido.

Llegamos. Te bajaste tú y otra más. Se quedaron charlando y pasándose el vaso de vodka. Puse dinero para el taxi. No sé cuánto.

Nos bajamos todas. Ajustamos nuestra ropa y nos arreglamos el pelo. Estudiamos el lugar rápidamente. Era una calle sin tránsito. Otros como nosotras poblaban la cuadra, fumando, sonriendo. Figuras tambaleantes a metros de figuras durmientes. Allí, detrás de las paredes de yeso. Tú estabas directamente en frente de mí. No tenía motivos para no mirarte. Nadie tenía motivos para no mirarte. Eras la más alta, la más hermosa, la más interesante. Todos te mirábamos. Yo, sin hablar, te miraba. Te miré sin cesar hasta que te obligué a mirarme. Permanecimos así, mirándonos. Quizás era una cuestión de tiempo. O de orgullo. O de ambos. Te miré más que las otras noches. Apenas unos segundos más. Lo justo. Ya estábamos dentro del boliche.

No recuerdo pagar mi entrada. Caminamos bailando y sonriendo, desvistiéndonos, algunas. Rodeamos nuestras cinturas con las chaquetas. Nos sonreíamos, todas. Dos fueron al baño. Tú no, si no hubieran sido cuatro en el baño. O quizás cinco. Está lleno, dijiste. Asentimos. Está buena la música, dijo. También. 

Esperamos en la oscuridad. Rayos de colores quebraban su monotonía y te dibujaban sombras extrañas en la cara. Bailamos un poco. Qué bueno que viniste, dijo. O quizás lo dije yo. Sonreíste y la abrazaste. Fue ella. Permanecieron así un rato, bailando abrazadas. Sonreías con ojos semi-cerrados. Ella presionaba tus manos que la rodeaban desde arriba. Apoyaste tu rostro en su hombro y me miraste. Cómo estás, me preguntaste. Impresionante. Soltaste una de tus manos y me acercaste hacia ustedes. Nos abrazamos. Las tres. Tu mano se movió por mi espalda, apenas. Estábamos en la pista.

Ya ninguna tenía su chaqueta puesta. Las carteras y abrigos formaban una pila en medio del círculo. Nuestro trabajo era protegerla de los otros que bailaban. A veces alguien dejaba una parte del círculo vulnerable y éramos invadidas. Nuestra torre se derrumbaba. Pero pronto la reconstruíamos y cerrábamos el círculo otra vez.

Cada una tenía su baile estándar, su marca personal. De vez en cuando, a veces impulsada por otra, otras por su propia iniciativa, una de nosotras quebraba su ritmo rutinario y nos ofrecía un pequeño baile inédito. A veces nos uníamos. Otras, solo lo observábamos. Siempre sonriendo. Nadie hablaba. Solo se escuchaban palabras de aliento, cortas, festejándonos, celebrando nuestro baile. Tú no hablabas.

Voy a buscar agua, dijiste. Te acompaño. Bueno, te encogiste de hombros pero aceptaste. Me acerqué a la barra. Estaba lleno. Me costó abrirme lugar pero tú fuiste paciente y permaneciste detrás de mí. Qué bueno que viniste. ¿Qué? Giré mi cabeza y te vi tan cerca, qué bueno que viniste. Me sonreíste. Sí. Estaba cansada y mañana tengo un almuerzo familiar, pero viste cómo soy yo. Sí, vi.

Me empujan de todos lados. De repente siento una mano que me rodea la cintura. Un cuerpo que se presiona contra el mío. Me paralizo. Ya no quiero avanzar. Ya no hay competencia para alcanzar la barra. Cierro los ojos. Escucho un susurro en mi oído. No importa qué decías. Importan las caricias de tus palabras en mi piel.

¿Qué querés? ¿Qué querés? ¿Qué? …. agua. Perdón, un agua. Mi cuerpo se siente ligero. Pago y bebo un sorbo de agua. Tú también. ¿Vamos?, y me dirigís hacia la torre y el círculo.

Hacemos otra ronda y el agua pasa de mano en mano. Elijo ignorarte y me dirijo hacia mi izquierda. Ella sonreía. Hablamos de cualquier cosa, siempre con oraciones cortas. Nos abrazamos. Es un abrazo largo y profundo. Cuando nos soltamos tenemos otro entendimiento. Tenemos otra conexión. Pero cuando termina y te miro, estabas de ojos cerrados. Lejos.

¿Un pucho? Dale, te acompaño. Yo también. Vamos todas. Destruimos la torre y levantamos el campamento. Caminamos lentamente, como flotando. La gente se abre a nuestro paso como puertas automáticas. Muchos sonríen. Otros nunca nos ven. Rodeamos otras torres y otras cinturas. Salimos de la mano.

Hay un pequeño espacio libre en el muro. Se sientan tú y la del vodka. Tres prenden un cigarro, tú incluida. Te observo preguntándote. Creo que entiendes. Vení, y te golpeas la falda. Me acerco y me siento en tus piernas desnudas. ¿No tenés frío? No. Me acercas más hacia ti y largas el humo hacia el otro lado. Tu otra mano descansa en mi pierna. Tiembla, apenas, pero no de frío. No quiero volver. En mi mente se suceden historias, motivos, excusas. Sé que no hay nada que pueda decir. ¿La estás pasando bien? Sí, ¿vos? Re bien. Tenemos que salir más seguido juntas.  Me aprietas la mano.

¿Volvemos? Yo me quiero quedar un ratito más afuera, necesito un poco de aire. Te acompaño, sugiero. ¿Te sentís bien? Sí, sí, solo necesito un poco de aire. Hay mucha gente adentro. Pero está buena la música, ¿no? Sí, re buena. Ahora sí tengo un poco de frío, me decís. Te abrazo e intento sacudirte el frío de los brazos. Me miras bajo tus párpados caídos. Te muerdes apenas el labio superior. Siento mi respiración entrecortada. Aparto el pelo de tu cara y deslizo mi pulgar por tu mejilla. Acercas esa mano a tu boca y la besas suavemente. No, no, no, yo no quiero vodka.

Vuelvo sola y me aparezco por detrás de ti. Te abrazo. Eres más alta, pero no importa. Me tomas los brazos y los ajustas a tu cintura. Puedo sentir la presión de tus manos cálidas sobre las mías. Es más que otras veces. O quizás no. Permanecemos así un instante, bailando. Lo justo. O quizás unos segundos más. No sé.

Hubo otras veces como esta. Otros bailes. Otros abrazos. A veces, otra me mira, como sabiendo.

Intento atraparte mirándome. Intento contar los segundos. Intento crear reglas para medir tu comportamiento. Luego ajusto tu comportamiento a mis reglas. O bien, ajusto mis reglas a tu comportamiento. Siento que no hago otra cosa que observarte. Pero sé que no es así. Nadie se da cuenta.

Ya hay menos gente. Aflojamos las defensas de la torre. Ya casi nadie nos deleita con pequeños arrebatos de energía. Ya todas nos estancamos en nuestros pasos de siempre, mirando ligeramente hacia arriba. Pero no mirando. Tampoco quedan palabras de aliento. Ya está todo dicho. Nuestros rostros podrían ser los rostros de cualquiera. Sonrisas cansadas. 

Voy al baño, digo. Me acompañas. Tú y la del vodka. No puedo hacer nada. En la fila la abrazas y me miras. Me miras como preguntándome qué estoy haciendo. No sé qué responderte. La del vodka habla, ahora, sin parar. Tú la sigues abrazando en silencio y de a ratos me miras. Quiero pensar que estás triste, pero la verdad es que nunca supe leer tus ojos. Es mi turno.

Caminamos hacia afuera, vistiéndonos, lentamente. La rendija de la puerta nos encandila. Cerramos más los ojos y salimos. Nos abrazamos a nosotras mismas. El frío de la luz nos pone la piel de la gallina. Ajustamos nuestra ropa y nos arreglamos el pelo. ¿Un pucho? Dale. Fuman tres, pero esta vez las otras dos pedimos unas pitadas. Me pasas el cigarro y me observas fumar un momento. Miro mi celular, y otras dos me siguen. No hay nada que ver. Pero voy de un lugar a otro manteniéndome ocupada. Ya no te miro. La luz me asusta.

Me llega un mensaje. Es tuyo. ¿Venís a casa? Utilizo toda mi energía en no levantar la mirada. Sonrío por dentro, o quizás se me escape un poco por las comisuras de los labios, no sé. Siento tu mirada clavada en mi cabeza gacha. Llega el taxi. No, cinco no. No entiendo qué está pasando. Vamos a tener que dividirnos. Llamen a otro taxi. ¿Quién? ¿Quién? Tres y dos. Dale, subite, te espetan. Te veo cerrar la puerta. Te veo mirarme a través de la ventana. No sé si sonríes y me saludas. O si estás triste. Quiero abrir la puerta. Quiero contestarte, pero no hay nada que responder. Te veo alejarte. Miro mi celular. Te escribo. Te pido que me esperes abajo, que ya voy. Ahí viene, dice la del vodka. Me subo al taxi. El celular en mi bolsillo. Da su dirección, y después siguen, agrega. A dónde. Se despide. ¿A dónde? Miro mi celular, temblando. A casa.

lunes, 18 de agosto de 2014

A Idea.

leerte
recorrer tus letras todas
como si fueran cicatrices en tu piel
como si fueran cicatrices en mi piel
leerte allí
donde el sentir más profundo
se conjuga con tinta encarnizada
leerte
no es precisamente leerte,
cuando te leo,
también tú me lees a mí.

domingo, 17 de agosto de 2014

Disyuntiva

de vos
no cambiaría nada
ni siquiera
que no me ames.

pero duele.

lunes, 4 de agosto de 2014

Intento intento intento.

Intento abandonarte
expulsarte de mi mente
y tenerte lejos
para ir a visitarte
en contadas ocasiones
intento abandonarte
todos los días
cuando me despierto entre tus brazos
en sueños
y me levanto sola
en una pesadilla
intento abandonarte
intento
intento
lo intento
de veras
pero cuando me llegan las palabras
son siempre sobre ti. 

miércoles, 2 de julio de 2014

Metelkova

No querías
quizás
todo lo que yo quería darte
esa noche
y yo tenía miedo
tanto miedo
de que te fueras
pero
una cerveza más y me voy
-dijiste-
dos
tres veces
hasta que perdí la cuenta.

lunes, 19 de mayo de 2014

Sin rodeos

Hoy escuché tu nombre
no eras vos
era otra
linda, quizás simpática
pero no era vos
y de inmediato pensé
no quiero conocer a otra con tu nombre;
ninguna le haría justicia.

domingo, 23 de marzo de 2014

Así es que no haré nada.

podría hacer mil cosas
para captar tu atención
y saciar este anhelo
de llenarme de vos
podría tenerte por unos segundos
sentir tus ojos clavados en mí
y en nadie más
y luego vivir en esa ficción
de instantes robados
podría actuar de mil maneras
que me acercaran a ti
o mejor dicho
que te acercaran a mí
pero si es necesario actuar
para capturar tu mirada
si es necesario llamarte
llenándome de artificios
si no basta conmigo
para qué
me pregunto
para qué

miércoles, 19 de marzo de 2014

Ni una palabra

pero me conformo
con pensar
que esa última vez
no había nadie
no había cómo
no había forma
en que no termináramos
juntas
no existía la posibilidad
no lo dudé un segundo
nunca en la eternidad del día
ni llegada la noche profunda
imposible dudarlos
tus brazos
que me apretaron
que me dijeron
sos mía
que no me soltaron
como si fuese la última vez
como si lo supieran
antes que nosotras

lunes, 10 de marzo de 2014

Mojarse los labios

No me necesitaste
No ansiaste tenerme
No pediste nada
que te doliera
no tener
No te urgí
No te hice falta
No temiste
por un momento
no tenerme
No importaba
Fue solo tomar
un sorbo
para mojarte los labios
y dejar
el resto de la copa
aquí
intacta
echándose a perder

jueves, 6 de marzo de 2014

Tuve que mirar mil veces

Tuve que mirar mil veces
tuve que abrir y cerrar los ojos
y frotármelos
y convencerme a mí misma
que no me estaba engañando
que aquella silueta perfilada contra la ventana abierta
que aquella brisa que bailaba con tu ropa holgada
dejando entrever pedacitos de piel clandestina
no bailaban con alucinaciones mías
tuve que mirar mil veces
y aunque mirara otras mil más
mi reacción sería siempre la misma
la puta madre
aquella figura que contemplé enajenada
esa forma que negué apenas con la cabeza
aquella imagen de sublime belleza
era real
eras vos
y existías fuera de mi mente.

domingo, 23 de febrero de 2014

Pensarte es calor

Pensarte es calor
es sudor
cubriéndome la espalda
es desvestirme
y buscar la parte fría de la cama
es lamentar que exista
y que no sea tu espalda
húmeda y caliente
ahí recostada.
Pensarte es calor
es ver
tus ojos entrecerrados
a través del vapor
que destilan nuestras sábanas
tu pecho que sube y baja
tu respiración agitada.
Pensarte es
tu mano apoyada
en el interior de mi pierna
apretándola,
de vez en cuando,
en rítmicos espasmos.
Pensarte es calor... sí,
pero así y todo,
aún tengo frío.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Como gustes


contigo
las palabras
no son de posesión
no son mías
no sos mía
no te tengo
no te tienen
apresada
entre sus letras
entre mis brazos
entre mis brazos
se me escapan
se entregan a ti
me entrego a ti
para que nos leas
para que nos recorras
para que nos consumas
como gustes

jueves, 6 de febrero de 2014

dominó

entonces quedaba preguntarse cuál sería el nimio gesto el leve contacto el pedacito de piel que pondría a nuestros cuerpos en contacto qué recoveco será el más afortunado el probable beso en la mejilla que se acomoda demasiado cerca de los labios la respiración que se percibe en unos segundos de silencio la presión que al levantar se desliza hacia el centro y se despega peligrosamente cerca de tu boca sentarme a tu lado en un taxi apretado y sentir tu pierna contra la mía y mirarnos distraídas buscando señales de ese calor en las miradas una mano que se acerca para entregarme algo unos dedos afilados que se deslizan desde mi muñeca hasta la punta de los dedos un calor unos brazos que me rodeen que depositen los pesos de tu cuerpo en los lugares menos esperados una respiración húmeda en mi oído un desprendimiento lento un no desprendimiento un pedacito de piel solo uno basta para que el resto siga


lunes, 3 de febrero de 2014

Las líneas de tu cuerpo

Podría pasar el día entero recordando las líneas de tu cuerpo
Dibujándolas en el aire hasta obligarlo a hacerse a un lado
Hasta ver tu espíritu impetuoso ocupar su lugar, tu lugar
Hasta que te manifiestes como invocada por lo irrevocable de la voluntad
Hasta que tus líneas sean también las mías
Y bailemos toda la noche como sombras en la pared