miércoles, 12 de mayo de 2010

Rope.

Para quienes miraban sin ver, ella era una chica como cualquier otra, mas aquellos que se atrevían a concentrar en ella su apreciativa mirada, descubrían la sedosa cuerda que envolvía su cuello. De cualquier forma, esta era bastante llamativa; se enroscaba seductora por su desprotegida garganta y presionaba con fuerza, dificultando su respiración, que se hacía dolorosa y pesada. No había forma de desatarla, tanto ella como los preocupados observadores lo habían intentado de mil formas distintas -parecía resistirse tanto a los más agudos filos como a la destreza de un par de manos de marineros. No lo comprendían, pues era tan suave y delicada al tacto que esperaban que se deslizara obedeciendo a sus expertas manos, pero esta mantenía su enérgico y testarudo lazo firmemente atado.

Cuando finalmente hubo admitido que deshacerse de ella era imposible, decidió entonces hacer lo posible por ignorarla. Resultaba más fácil cuando estaba acompañada y divertida, particularmente si la rodeaban esos seres de atención superflua, quienes al no ver la omnipresente soga, reforzaban su intención de que sea ignorada. Pero cuando estaba sola, esta parecía oprimirle no solo la indefensa garganta, sino su cuerpo entero. Por momentos, la soga se tensionaba y estiraba, intentado atraerla a un destino desconocido. Pues este es otro detalle, no sin importancia, de la bonita cuerda: aparentaba no tener fin... O bien, este no se alcanzaba a ver.

Jamás se atrevió a seguirla hasta el fin, pues sospechaba que esto no traería nada positivo, pero la pertinaz cuerda jalaba sin parar, irrefrenable. Cuanto más se esforzaba ella por ignorarla, más presión ejercía sobre la pobre chica, que luchaba por mantenerse erguida. La situación era insostenible.

Tan intolerable, incluso, que un día terminó por decidirse a seguirla y contestar al incesante llamado. Esta decisión la llenó de alivio y aprensión, no sabía por qué, al mismo tiempo. A medida que avanzaba, ambos sentimientos crecían, contradictorios pero justos, llenándola de ansiedad. Los últimos pasos los dio rebosando de desesperación, sus sentidos se habían agudizado al máximo y parecía rayar en la embriaguez.

Finalmente se detuvo. Había llegado a su fin. La cuerda ya no tiraba, más bien parecía endeble e insignificante. Había perdido todo su encanto y yacía ahora opaca, sombría. La chica la contempló llena de temor, y poco a poco, la siguió con sus tristes ojos, serpenteando por el piso, ahora ascendiendo, enredándose por entre lo que encontraba, por momentos otra vez recuperando su vigor, aferrándose con fuerza, siempre ascendiendo, y luego, finalmente, colgando, y al extremo, un nudo, exactamente el mismo que ella tenía rodeándole el cuello.

2 comentarios:

  1. Me impacta la sensación de desesperante ahogo que genera tu texto.

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  2. pah, me llevo al pecho un sentimiento de opresión, de ahogo que aún después de pasados unos minutos me toco el cuello a ver si puedo liberarme.
    Esto es muy bueno, voy a seguir leyendo por aca.
    salud.

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