Guárdate las lágrimas para un día de lluvia; esta noche de nada sirven. El sol salió por un momento, a pesar de tus reclamos. Poco sospechabas cuando te despertaste sobresaltada que tus sueños acabarían en esos minutos de la mañana, y que no se prolongarían en las horas de vigilia. No, los enterraste firme bajo cientos de capas de falsas preocupaciones y resumiste la rutina con una obstinación rayando en la terquedad. Fue tan magistral tu interpretación que hasta lograste obtener sonrisas y festejos de tus a veces desencantados espectadores. Es cierto que la intermisión del mediodía logró opacar tus triunfos por un momento, minutos en que lanzabas garrotazos enloquecidos a aquellas imágenes que quedarían grabadas en tu retina para siempre. Sí, y por un momento incluso, llegaste a invocarlas, fieles compañeras en los instantes de desasosiego. Pero la lluvia nunca llegó. Las nubes parecieron contenerse, tragándose las pequeñas gotitas que, resignadas, causaron estragos dentro suyo, donde nadie las podía ver. Así, tú, terminaste el día a duras penas. Así, lindando con los límites de la desesperación.
Y aún ahora, bajo el manto protector de la noche, te rehúsas a enfrentarlas. Temes hurgar dentro tuyo y revivirlas una vez más, despertar a los demonios que parecían invernar. Y a pesar de todo, te llaman. Tú eres su hogar. Te habitan y jamás lograrás deshacerte de ellas. Te subyugan, te hechizan. Fotogramas que se suceden en infernal procesión. Una proyección que arranca, cuadro a cuadro, los últimos vestigios de tu cordura.
Lágrimas y proyecciones en días de lluvia. A veces nos acosan esos días y momentos.
ResponderBorrarMuchas gracias por tu visita.
Saludos.