mi cuerpo es tan pequeño tan diminuto no sé cómo aguanta pero lo hace y me impresiona hablo por supuesto del enojo bah capaz que por supuesto está demás pero en fin hablo del enojo de cuando siento que voy a explotar de bronca que hace que mi cuerpo se sienta insignificante incapaz de aguantar los torrentes de energía que lo asaltan sin misericordia pero lo hace sabían lo hace y a mí el enojo se me va tan rápido que es genial es impresionante realmente lo fugaz que es a veces finjo estar enojada más tiempo porque así lo requiere la situación es decir porque evaluando las variables a considerar como lo son daño provocado intencionalidad autor motivación etc se llega a la conclusión de que da para estar enojado más tiempo pero a mí se me va muy rápido entonces a veces tengo que pretender muchas otras no lo hago y ta depende depende de qué depende ah y otra cosa en que estaba pensando es que necesito un mantra bah capaz que esa no es la palabra o sea porque mi problema es que no tengo paciencia y cuando me invade la bronca soy capaz de hacer cualquier cosa y de tener millones de impulsos todos perjudiciales para la salud como los cigarrillos aunque los de menta están buenos ayer fumé uno y retuve el humo como si fuera eh otra cosa y no encaré y me atraganté ta no fumo yo qué querés pero en fin necesito tener preparado un ritual o algo así para obligarme a esperar a que se desvanezca la sensación de odio tipo contar hasta 50 o hacer lagartijas no sé algo qué puede ser respirar hondo no cuenta porque es un embole ta pero ya no estoy enojada y eso me llena de felicidad oh sí qué gay
tan gay como esta foto de cuando yo era chica y vivía en Bolivia y usaba vinchas en la cabeza y ese payaso me golpeó con un periódico en la cabeza y me re dolió y mis padres no me dieron bola y me puse a llorar
sábado, 31 de julio de 2010
Lo prometido es deuda.
Encontrar una canción que me defina terminó siendo más difícil de lo que yo creía. Hay muchas canciones que hablan de sentimientos con los que me siento identificada, pero parecen describir situaciones emocionales específicas y temporarias, y no una contemplación de la persona en sí. Al fin me acordé de mi querida Cat Power, y la que es quizás, su canción más conocida, "The Greatest". Creo que ya desde el primer verso "Once I wanted to be the greatest", la siento más cerca de mí que cualquier otra cosa, las pausas que hace entre cada palabra, la voz melancólica, pero ya desde el comienzo, aceptando la realidad. Creo que todos en algún momento de la vida pensábamos que íbamos a ser excelsos en todo, que todo lo conseguiríamos, que "no wind or waterfall could stall -us-", but then...
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jueves, 29 de julio de 2010
From a Motel 6.
Pensó que, una vez denotada, la cosa sería más fácil. Permanecería resguardada, comprendida entre esos pequeños fonemas que no podían ser pronunciados sin que le temblara la voz. Abarcada en su totalidad, ningún rinconcito quedaría expuesto a las subjetidades propias de su mentecilla indiscreta, sino que se podía estar seguro de qué exactamente significaba este escurridizo significante. Era lógico pensar, por lo tanto, que uno podría cobijarse ante su lumbre, abrazándose las rodillas, y sentirse seguro. Y así lo pareció durante el período que duró la exaltación del hallazgo; mas gota a gota, el delirio fue escurriéndose como gotas de sudor que se atropellan por la frente, hasta que quedó seca cual flor sin vida, desprendiendo un ligero rastro de perfume de sus pétalos marchitos.
Aquello que la había eludido tanto tiempo, a su alcance. Cerraba sus ojos, pero aun podía sentir la poderosa luz atravesando sus párpados, imprimiéndose en su retina para siempre. Esa luz infame. La hacía sentirse barata, sucia. Le gritaba en estridentes colores; allí estaba ahora, titilando como el anuncio de luces de neón del motel de la ruta. Y allí se debatía ella, en el umbral de la puerta, sin saber qué hacer. Otra vez.
Aquello que la había eludido tanto tiempo, a su alcance. Cerraba sus ojos, pero aun podía sentir la poderosa luz atravesando sus párpados, imprimiéndose en su retina para siempre. Esa luz infame. La hacía sentirse barata, sucia. Le gritaba en estridentes colores; allí estaba ahora, titilando como el anuncio de luces de neón del motel de la ruta. Y allí se debatía ella, en el umbral de la puerta, sin saber qué hacer. Otra vez.
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domingo, 25 de julio de 2010
... de entre las cenizas.
Mirando desde abajo, en el frío y duro piso, allí donde solía permanecer por unos minutos, momentos antes de ver su espalda alejarse para siempre, contuvo sus más primitivos impulsos. Al menos había terminado para siempre, pero se equivocaba, siempre volvía. (No, ya no.) Allí se abrazaba las piernas y bajaba la cabeza. Ya no caían lágrimas para entonces, se habían agotado. Allí lograba tranquilizarse, para luego caer con más tempestuosa fuerza. Allí se hablaba y alentaba, allí se armaba nuevamente. Allí intentaba componerse. Buscaba el espejo que le devolvía la cara manchada, rendida, los ojos hinchados y la boca tensa. Le gustaba contemplarse un rato, verse así, recordar esa imagen para siempre, prometerse ya no volver a verla jamás. Respiraba hondo. Pasaba una mano suave sobre sus mejillas. Invocaba una sonrisa ensayada. Probaba su quebrada voz.
Entonces regresaba. Volvía a encontrarse con los suyos con su nueva cara, la que había construido para ellos minutos atrás. Pero debía apurarse. Sabía que no duraría mucho. Así es que encontraba la forma de excusarse y llegar al fin a su refugio, donde se desencajaba al instante, donde su cuerpo se doblaba en espasmos de dolor, donde su cara se arrugaba y contraía, donde decidía que "ya estaba bien".
Que hoy debía terminar. Ya no tenía arreglo. Debía ponerle un fin, y dejarlo atrás. Pero para ella siempre existía el día siguiente. Incluso en la cúspide de su fatalismo, esa vorágine de posibilidades la hacía sonreír. Mañana. Se alzaba misericordioso como un poderoso faro en la oscuridad. Y así, hecha un ovillo en la ahora gélida cama, se quedaba dormida entre la miseria soñando, quizás, en que el despertar sería más dulce.
Entonces regresaba. Volvía a encontrarse con los suyos con su nueva cara, la que había construido para ellos minutos atrás. Pero debía apurarse. Sabía que no duraría mucho. Así es que encontraba la forma de excusarse y llegar al fin a su refugio, donde se desencajaba al instante, donde su cuerpo se doblaba en espasmos de dolor, donde su cara se arrugaba y contraía, donde decidía que "ya estaba bien".
Que hoy debía terminar. Ya no tenía arreglo. Debía ponerle un fin, y dejarlo atrás. Pero para ella siempre existía el día siguiente. Incluso en la cúspide de su fatalismo, esa vorágine de posibilidades la hacía sonreír. Mañana. Se alzaba misericordioso como un poderoso faro en la oscuridad. Y así, hecha un ovillo en la ahora gélida cama, se quedaba dormida entre la miseria soñando, quizás, en que el despertar sería más dulce.
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viernes, 23 de julio de 2010
Soñando despierta.
Dibujar el contorno de nuestra primera hija, ella a quien yo querría llamar Adelaida, pero sé que tú odias ese nombre y jamás podrá ser. Regar nuestra planta de hojas violetas. Verte condimentar la cena, como si fueras una maga sobre tu sombrero mágico, cantando las palabras secretas por lo bajo.
Eso que quiero. Eso que queremos, quizás. Quizás. Eso que se nos escapa por los dedos, eso que a veces no logras ver, eso que ahora se presenta tan distante, tan inalcanzable. ¿Acaso existe? ¿Acaso está allí, esperándonos, contemplándonos desde lo lejos con su mirada burlona, o tierna, o quizás, por qué no, las dos? Pues si está allí, ojalá me diera una señal, ojalá me dejara ver con más claridad, pues temo no llegar y que desaparezca para siempre. Pero soy injusta. ¿Acaso no lo veo, a veces? ¿Acaso no está en tus pequeños dientes cuando me obsequian su sonrisa? ¿Acaso no podía encontrarlo en tus ojos que por las noches me acarician, en tus manos que en velo me observan quedándome dormida?
Eso que quiero. Eso que queremos, quizás. Quizás. Eso que se nos escapa por los dedos, eso que a veces no logras ver, eso que ahora se presenta tan distante, tan inalcanzable. ¿Acaso existe? ¿Acaso está allí, esperándonos, contemplándonos desde lo lejos con su mirada burlona, o tierna, o quizás, por qué no, las dos? Pues si está allí, ojalá me diera una señal, ojalá me dejara ver con más claridad, pues temo no llegar y que desaparezca para siempre. Pero soy injusta. ¿Acaso no lo veo, a veces? ¿Acaso no está en tus pequeños dientes cuando me obsequian su sonrisa? ¿Acaso no podía encontrarlo en tus ojos que por las noches me acarician, en tus manos que en velo me observan quedándome dormida?
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martes, 20 de julio de 2010
This one goes out to the ones I love...
Hoy es el Día del Amigo en Montevideo, Uruguay. Eh. Pongo una canción con la palabra "friends" en el título porque es fitting, y está buena. Voy a decir algo a continuación.
El otro día hablaba con quien realmente creo es the prettiest mess I've ever seen acerca del efecto que tiene en los vínculos con otros el compartir un lazo de sangre. (Entendiblemente), suele ser mucho más estrecho e incondicional, ¿pero qué tan entendible es esto? ¿Qué argumentación lógica y valedera hay para "querer a alguien porque es familia" o "porque es de mi sangre"? No es basada en mérito, no es basada en compatibilidad, ni siquiera es basada en una buena relación, sino en que nacimos atados a estos seres y por eso hay que quererlos, y en general nadie pone esto en tela de juicio. Muchas veces compartimos con ellos, es cierto, la crianza o la convivencia o demás situaciones que, por más que no son personas a quienes elegiríamos de amigos si tuviéramos la oportunidad, hacen que se creen esos lazos casi indestructibles que muchos de nosotros tenemos con nuestros familiares. Así es que por más ilógica y ridícula que sea la excusa de "tener la misma sangre", ellos parecen tener un motivo para bancarse todo...
Pero hay otras criaturas llamadas los amigos. Esta gente rara no tiene ningún parentesco contigo, y sin embargo ahí están. Ellos te conocieron, y en algún momento pensaron: "pah, mirá, esta mina es buena compañía, no me molesta bancarme que me meta cantantes de Broadway cada vez que voy a su casa ni que jure escribiendo en un Blog pelotudeces que nadie quiere leer...", o "este hijo de puta es re buena onda y lo quiero cerca, aunque me manosee el culo cada vez que nos ponemos en pedo, o "esa mina es re bien y la quiero, aunque cada vez que salimos me deja tirada por irse con un chongo diferente", o "este putaso amigo mío encara la vida, aunque a veces me hace sentir una camionera al lado de sus calzas ajustadas y brillantes lentejuelas", etc., etc... Saben que sos una mierda y te quieren igual. Te invitan a sus casas porque les pinta pasar un rato contigo, te cuentan cosas sabiendo que las vas a contar a un amigo más cercano que él o ella porque valoran tu consejo y tu opinión, te prestan sus cosas aunque las manches, pierdas, rompas o aunque luego jures que eran tuyas en primer lugar, agotan su crédito del celular para convencerte de que no vale la pena quedarse en casa llorando por un imbécil y que más vale unírteles y olvidarse juntos... Todo esto porque les caés bien. Está muy zarpado.
Así es que this one goes out to the ones I love, a los que me conocen de pendeja y hacen lo posible por no contar lo mucho más pelotuda que era antes, a los que me hacen tortas de cumpleaños, a los que suben mis peores fotos a las redes sociales imperantes, a los que a veces no respondo los llamados y me vuelven a llamar, a los que me pasan sus apuntes para evitar que pierda el año, a los que me llevan al cine cuando estoy triste, a los que me llaman para ver si llegué bien a casa, a los que me perdonan, a los que me aguantan, a los que me hacen sentir bien, a los que me quieren... [/endcursilería]
(Puteé bastante en este posteo. Sí.)
El otro día hablaba con quien realmente creo es the prettiest mess I've ever seen acerca del efecto que tiene en los vínculos con otros el compartir un lazo de sangre. (Entendiblemente), suele ser mucho más estrecho e incondicional, ¿pero qué tan entendible es esto? ¿Qué argumentación lógica y valedera hay para "querer a alguien porque es familia" o "porque es de mi sangre"? No es basada en mérito, no es basada en compatibilidad, ni siquiera es basada en una buena relación, sino en que nacimos atados a estos seres y por eso hay que quererlos, y en general nadie pone esto en tela de juicio. Muchas veces compartimos con ellos, es cierto, la crianza o la convivencia o demás situaciones que, por más que no son personas a quienes elegiríamos de amigos si tuviéramos la oportunidad, hacen que se creen esos lazos casi indestructibles que muchos de nosotros tenemos con nuestros familiares. Así es que por más ilógica y ridícula que sea la excusa de "tener la misma sangre", ellos parecen tener un motivo para bancarse todo...
Pero hay otras criaturas llamadas los amigos. Esta gente rara no tiene ningún parentesco contigo, y sin embargo ahí están. Ellos te conocieron, y en algún momento pensaron: "pah, mirá, esta mina es buena compañía, no me molesta bancarme que me meta cantantes de Broadway cada vez que voy a su casa ni que jure escribiendo en un Blog pelotudeces que nadie quiere leer...", o "este hijo de puta es re buena onda y lo quiero cerca, aunque me manosee el culo cada vez que nos ponemos en pedo, o "esa mina es re bien y la quiero, aunque cada vez que salimos me deja tirada por irse con un chongo diferente", o "este putaso amigo mío encara la vida, aunque a veces me hace sentir una camionera al lado de sus calzas ajustadas y brillantes lentejuelas", etc., etc... Saben que sos una mierda y te quieren igual. Te invitan a sus casas porque les pinta pasar un rato contigo, te cuentan cosas sabiendo que las vas a contar a un amigo más cercano que él o ella porque valoran tu consejo y tu opinión, te prestan sus cosas aunque las manches, pierdas, rompas o aunque luego jures que eran tuyas en primer lugar, agotan su crédito del celular para convencerte de que no vale la pena quedarse en casa llorando por un imbécil y que más vale unírteles y olvidarse juntos... Todo esto porque les caés bien. Está muy zarpado.
Así es que this one goes out to the ones I love, a los que me conocen de pendeja y hacen lo posible por no contar lo mucho más pelotuda que era antes, a los que me hacen tortas de cumpleaños, a los que suben mis peores fotos a las redes sociales imperantes, a los que a veces no respondo los llamados y me vuelven a llamar, a los que me pasan sus apuntes para evitar que pierda el año, a los que me llevan al cine cuando estoy triste, a los que me llaman para ver si llegué bien a casa, a los que me perdonan, a los que me aguantan, a los que me hacen sentir bien, a los que me quieren... [/endcursilería]
(Puteé bastante en este posteo. Sí.)
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domingo, 18 de julio de 2010
La cuarta noche.
Era demasiado intenso,
eso que creías querer,
eso de lo que huí despavorida,
eso que tanto me asustó,
pues no podía ser,
que así me quisieras,
era yo,
después de todo,
era yo, y yo sabía,
que jamás sería yo,
que jamás habría nadie,
que así me pretendiera,
así es que no me sorprendió,
cuando me dijiste,
que todo era mentira.
eso que creías querer,
eso de lo que huí despavorida,
eso que tanto me asustó,
pues no podía ser,
que así me quisieras,
era yo,
después de todo,
era yo, y yo sabía,
que jamás sería yo,
que jamás habría nadie,
que así me pretendiera,
así es que no me sorprendió,
cuando me dijiste,
que todo era mentira.
viernes, 9 de julio de 2010
Calentamiento global.
Verlos, ahí,
semi abrazados,
sonriendo complacientes,
invocando a veces,
solo por novedad,
una lluvia suave,
de esas que todo lo limpian,
de esas que dejas que te mojen,
de esas que dejan un arcoiris cuando se van,
tan rápido como llegan,
para ser llamada luego,
pasado un tiempo,
cuando surja la necesidad,
pero no era así para mí,
nosotras no las llamábamos,
caían imprevistas,
calándonos los huesos,
ensopándonos enteras,
íbanse presurosas a veces,
pero causaban tales estragos,
que tan pronto veíamos las nubes aproximarse,
corríamos a refugiarnos,
pero casi siempre era muy tarde,
y terminábamos empapadas,
pero era allí cuando,
tiritando de frío,
nos clavábamos la mirada,
y nos apresurábamos a abrazarnos,
un abrazo impenetrable,
de esos que parecieran suspender el paso del tiempo,
de esos de los que no te quieres despegar,
y aunque no podíamos vernos,
podíamos sentir las lágrimas dulces rodar por nuestras mejillas,
mezclándose con la ahora cálida agua torrencial.
semi abrazados,
sonriendo complacientes,
invocando a veces,
solo por novedad,
una lluvia suave,
de esas que todo lo limpian,
de esas que dejas que te mojen,
de esas que dejan un arcoiris cuando se van,
tan rápido como llegan,
para ser llamada luego,
pasado un tiempo,
cuando surja la necesidad,
pero no era así para mí,
nosotras no las llamábamos,
caían imprevistas,
calándonos los huesos,
ensopándonos enteras,
íbanse presurosas a veces,
pero causaban tales estragos,
que tan pronto veíamos las nubes aproximarse,
corríamos a refugiarnos,
pero casi siempre era muy tarde,
y terminábamos empapadas,
pero era allí cuando,
tiritando de frío,
nos clavábamos la mirada,
y nos apresurábamos a abrazarnos,
un abrazo impenetrable,
de esos que parecieran suspender el paso del tiempo,
de esos de los que no te quieres despegar,
y aunque no podíamos vernos,
podíamos sentir las lágrimas dulces rodar por nuestras mejillas,
mezclándose con la ahora cálida agua torrencial.
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jueves, 1 de julio de 2010
Alteradas perspectivas.
No, no había por qué lamentarse. Después de todo, se había dado vuelta. Sí, es cierto que él lo había hecho primero, pero mientras perduró su mirada clavada en esa elegante nuca, ella se había dado vuelta. Le sonreí, pero ella a mí no. Había pestañeado pausadamente y con deliberación, en un gesto de cruel complacencia. Había querido indicar indiferencia con esa mueca, pero él sabía que no era así. Le importaba. Después de todo, se había dado vuelta.
Siguió caminando con las manos en los bolsillos, ligeramente encorvado, mirando la vereda manchada, llena de esas sombras que dejaban los chicles que habían sido escupidos sin más, cuando ya no tenían gusto, que habían sido saboreados con deleite en un momento, para ser repudiados luego, cuando se hubieran tornado aburridos, despojados ya de ese gusto fresco y novedoso del principio; y ahora una masa pegajosa adherida al sucio pavimento, incolora, sin gracia, pisoteada por su figura alta y esbelta, y ahora ya ni eso, sino una sombra, insignificante, una sombra que ya nadie notaba. Pero ella se había dado vuelta.
No lo hará enseguida, claro, sería ridículo siquiera considerarlo. Ojalá lo hiciera. Yo no puedo, está en sus manos. Pero le importaba. Se sentó en el desvencijado sillón sumido en la oscuridad. Una vez más, sus manos juguetearon con el celular en su bolsillo. Lo tomó en sus manos y comprobó que no había mensajes. Nada. Esto es normal. Lo dejó en la mesa y lo observó hasta que su tenue luz se había apagado. Finalmente, se quedó dormido.
Estaba en la fila del supermercado de la esquina de su casa, que parecía mucho más grande de lo usual. Solo quería cigarrillos. Detrás suyo estaba su tía con un carrito lleno de cajas de Mac & Cheese. Vestía su horrenda bata floreada. No alcanzaba a ver a todos quienes tenía adelante. Su impaciencia crecía. No puedo salirme ahora, ya he esperado mucho rato, no quiero que sea en vano.
Se despertó sobresaltado. Sonaba. Con el corazón casi saliéndosele del pecho, tomó el celular que vibraba en la mesita. No lo apagó en seguida. Lo dejó chirriar un buen rato, hasta que se extinguió solo. Se mordió el labio con fuerza y contuvo la respiración. Tenía que darse una ducha.
Siguió caminando con las manos en los bolsillos, ligeramente encorvado, mirando la vereda manchada, llena de esas sombras que dejaban los chicles que habían sido escupidos sin más, cuando ya no tenían gusto, que habían sido saboreados con deleite en un momento, para ser repudiados luego, cuando se hubieran tornado aburridos, despojados ya de ese gusto fresco y novedoso del principio; y ahora una masa pegajosa adherida al sucio pavimento, incolora, sin gracia, pisoteada por su figura alta y esbelta, y ahora ya ni eso, sino una sombra, insignificante, una sombra que ya nadie notaba. Pero ella se había dado vuelta.
No lo hará enseguida, claro, sería ridículo siquiera considerarlo. Ojalá lo hiciera. Yo no puedo, está en sus manos. Pero le importaba. Se sentó en el desvencijado sillón sumido en la oscuridad. Una vez más, sus manos juguetearon con el celular en su bolsillo. Lo tomó en sus manos y comprobó que no había mensajes. Nada. Esto es normal. Lo dejó en la mesa y lo observó hasta que su tenue luz se había apagado. Finalmente, se quedó dormido.
Estaba en la fila del supermercado de la esquina de su casa, que parecía mucho más grande de lo usual. Solo quería cigarrillos. Detrás suyo estaba su tía con un carrito lleno de cajas de Mac & Cheese. Vestía su horrenda bata floreada. No alcanzaba a ver a todos quienes tenía adelante. Su impaciencia crecía. No puedo salirme ahora, ya he esperado mucho rato, no quiero que sea en vano.
Se despertó sobresaltado. Sonaba. Con el corazón casi saliéndosele del pecho, tomó el celular que vibraba en la mesita. No lo apagó en seguida. Lo dejó chirriar un buen rato, hasta que se extinguió solo. Se mordió el labio con fuerza y contuvo la respiración. Tenía que darse una ducha.
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