¿Qué son estas tinieblas que parecen nacer de mis entrañas?
Cada día una batalla. Cada día la oscuridad vibra en mi pecho buscando deshacer los frágiles cartílagos que a duras penas logran retenerla.
Los puños cerrados, las uñas encarnadas.
No hay descanso para el que sueña. Las pesadillas se encargan de recordárselo. No ya un alma pura deslizándose por la noche a ciegas, a merced del azar que tomó como tutela.
Ahora era el dolor de la decisión. Los caminos claramente demarcados que llevaban a destinos un tanto inciertos. El miedo a la decepción, el miedo a abandonar de una vez aquellos conceptos hacia tanto aprendidos, aquellos estandartes que alguna vez había blandido con convicción. Tocaba sumergirse en los mares de realidad y aprender a nadar; ahogarse nunca fue una opción.
Sí, supongo que los demonios no solo existían en la ciencia ficción. Estaban allí; permanecían escondidos desgarrándolo todo por dentro, puesto que si bien los hachazos del desengaño se habían hundido certeros en mis fantasías de juventud, no habían logrado aún liberar a las bestias de la desesperanza.
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