domingo, 21 de noviembre de 2010
Jagged little pill.
ay, ay, ay, cómo me sorprendo a mí misma a veces. me sorprendo y me sorprendo haciendo o diciendo o pensando cosas que no debería. a veces mi actitud hacia la vida o hacia determinadas personas depende de lo que soñé la noche anterior. cuando sueño que alguien me lastima de alguna forma, lo quiero menos, y viceversa. el otro día soñé con Rada. hay pocas personas que hayan tenido tan poca relevancia en mi vida como Rada, pero allí estaba. manejaba un patrullero e iba vestido de policía y se bajó del auto y se acomodó el cinturón y me guiñó el ojo. ojo! no de una forma lasciva, me lo guiñó cómplice nada más. bueno, el punto es que ahora lo aprecio mucho más. lo que perdí de vista es el punto de lo que estoy escribiendo. y es que lo que quiero decir o lo que está en mi mente es algo que no puedo decir. soy la autocensura personificada. es que no se puede vivir de impulsos, no? las cosas no saldrían bien. y qué hay de vivir de represiones? yo necesito mucho movimiento. necesito que pasen cosas. y necesito ir para adelante o necesito moverme. necesito poder pensar en lo que me viene y saber que esas pequeñas cápsulas de tiempo que son las horas, van a estar llenas de cosas. y una vez que las consumo apurando el trago y atragantándome un poco (es que me cuesta tragar pastillas), inmediatamente debo fijar la vista en la que se viene. qué es el presente? qué es este momento? este es un momento vacío. no hay nada acá. no hay sentido. tengo miedo. me muero de miedo de esta sensación horrible. qué carajo hago acá? antes, "ser" era otra cosa. tenía otro significado. o era suficiente. no, capaz que suficiente no. pero no había necesidad. yo era. éramos. y entonces las pequeñas cápsulas de minutos explotaban y chapoteábamos en los charcos del tiempo. me gustaba cuando nadábamos.
sábado, 20 de noviembre de 2010
Y dieron las doce.
lluvia de lágrimas que se choca con la amarga dulzura de una grappamiel hace tiempo olvidada
las primeras noches en velo color blanco de tu espalda
echar la cabeza hacia atrás y sentirte entre mis piernas
todos los segundos que pasan, segundos perdidos
el universo que se reducía cuando apretabas mi mano
tu respiración arrullándome en la oscuridad
la humedad que se colaba entre nuestros cuerpos enredados
festejo agridulce que celebro en soledad rodeada de fantasmas
pues yo nací junto a ti en este día
las primeras noches en velo color blanco de tu espalda
echar la cabeza hacia atrás y sentirte entre mis piernas
todos los segundos que pasan, segundos perdidos
el universo que se reducía cuando apretabas mi mano
tu respiración arrullándome en la oscuridad
la humedad que se colaba entre nuestros cuerpos enredados
festejo agridulce que celebro en soledad rodeada de fantasmas
pues yo nací junto a ti en este día
sábado, 13 de noviembre de 2010
Esto pienso yo.
No importa lo que digan las horas de terapia, yo también te conozco muy bien. Te quieren justificar y clasificar. Quieren explicarte los motivos, los trasfondos, las historias. Decirte por qué te sientas con soltura en su asiento de cuero demasiado grande para tu pequeña figura; y también por qué aún adorna tu esbelto tobillo ese lazo rojo del que tiempo atrás deberías haberte desecho. Pero eso tú ya lo sabes, o bien, no importa. Quieren desmitificarte y convertirte en un complejo entramado de traumas de infancia, de patrones repetidos y leyes de comportamiento que se destacan por lo eterno e irrevocable.
Pero tú eres más que tu historia. Eres más que tu pasado. Yo lo sé porque te veo más que cualquier otro. Eres una niña. Eres pequeña, muy pequeña. Y pareces no crecer. Ahí es donde se equivocan, ¿lo ves, verdad? Al tratarte como un adulto, cuando todavía tus grandes ojos de caricatura lo ven todo como por primera vez. Posees un anacronismo autoimpuesto. Porque forzada a crecer como el niño en las calzas verdes, tomaste la decisión consciente de no hacerlo. Claro que quizás a ti te falte el Nunca Jamás, puesto que por ahora, solo lo encontraste en sueños.
Y de ahí buscan pescarte con las pinzas heladas de la prudencia, mientras tu corres por los pasillos de los recuerdos como lo hizo Jim Carrey cuando no se llamaba así. No entienden que no puedes evitarlo. Que a ti te atrae lo brillante, y que de carnada en sus desagradables cañas, usan pedazos de carbón. No entienden que aún te quema los ojos su inolvidable resplandor. Recuerdas aún ese primer momento en que se imprimió en tu retina, porque la modificó para siempre. Ahora solo parecieras ver con claridad lo que se encuadra en ese precioso lugar que ocupó ella esa primera vez, lo demás permanece fuera de foco. Y buscarás para siempre aquello que lo llene como la primera vez, como la única vez que ha importado.
Admito que es cierto que no salió como tú querías. En eso, creo yo, estamos todos de acuerdo. Tus pueriles expectativas chocaron estrepitosamente contra el mundo de la adultez, dándole pie a todos ellos para desmenuzarte con crueldad y curiosa repulsión. ¡Pero tú debes negarte a caer! Despójate de epítetos salpicados en perversión, decanta todo aquello. Nosotras estábamos ahí cuando sucedió y podemos afirmarlo. Fue puro y sincero e ineludible y hermoso y magnífico y mágico y primitivo. Y fue puro. Y fue sincero. Y fue de verdad. Y fue enorme. Es cierto, fue enorme. Y es todavía. Y lo será para Siempre Jamás.
Pero tú eres más que tu historia. Eres más que tu pasado. Yo lo sé porque te veo más que cualquier otro. Eres una niña. Eres pequeña, muy pequeña. Y pareces no crecer. Ahí es donde se equivocan, ¿lo ves, verdad? Al tratarte como un adulto, cuando todavía tus grandes ojos de caricatura lo ven todo como por primera vez. Posees un anacronismo autoimpuesto. Porque forzada a crecer como el niño en las calzas verdes, tomaste la decisión consciente de no hacerlo. Claro que quizás a ti te falte el Nunca Jamás, puesto que por ahora, solo lo encontraste en sueños.
Y de ahí buscan pescarte con las pinzas heladas de la prudencia, mientras tu corres por los pasillos de los recuerdos como lo hizo Jim Carrey cuando no se llamaba así. No entienden que no puedes evitarlo. Que a ti te atrae lo brillante, y que de carnada en sus desagradables cañas, usan pedazos de carbón. No entienden que aún te quema los ojos su inolvidable resplandor. Recuerdas aún ese primer momento en que se imprimió en tu retina, porque la modificó para siempre. Ahora solo parecieras ver con claridad lo que se encuadra en ese precioso lugar que ocupó ella esa primera vez, lo demás permanece fuera de foco. Y buscarás para siempre aquello que lo llene como la primera vez, como la única vez que ha importado.
Admito que es cierto que no salió como tú querías. En eso, creo yo, estamos todos de acuerdo. Tus pueriles expectativas chocaron estrepitosamente contra el mundo de la adultez, dándole pie a todos ellos para desmenuzarte con crueldad y curiosa repulsión. ¡Pero tú debes negarte a caer! Despójate de epítetos salpicados en perversión, decanta todo aquello. Nosotras estábamos ahí cuando sucedió y podemos afirmarlo. Fue puro y sincero e ineludible y hermoso y magnífico y mágico y primitivo. Y fue puro. Y fue sincero. Y fue de verdad. Y fue enorme. Es cierto, fue enorme. Y es todavía. Y lo será para Siempre Jamás.
miércoles, 10 de noviembre de 2010
¡BASTA!
No puedo creerlo. Simplemente no puedo concebir que en el siglo XXI se siga dando esto. El solo hecho de imaginarme un niño (¡sí, un niño!) de 14 años concibiendo la idea de quitarse la vida me es insoportable. Imaginarlo día a día pensando en cuál sería la mejor forma de hacerlo. Imaginar a alguien tan joven creyendo que no tiene otra alternativa, que la vida va a ser un constante sufrimiento. Tener miedo todos los días. Ir al liceo aterrorizado, ir al liceo preparado para que lo insulten, para que le golpeen, para que abusen de él sin piedad. ¿Por qué? ¿Porque es puto? ¿Porque le gustan los varones? Pero no es necesario imaginarlo. No, esto sucede todo el tiempo. Piensen. Al menos por un segundo traten de verlos -yo los imagino como pequeñas lucecitas con forma de persona titilando en un inmenso mapa sumido en la oscuridad - imagínenlos de veras, a todos ellos y a todas ellas, paseándose por los pasillos del liceo intentando pasar desapercibidos, viendo a los hijos de puta que los insultan e intentar evitarlos, corriendo al baño a lavarse las heridas, encerrados en sus cuartos llorando, pensando que nunca va a parar, que son odiosos, que son un asco, o que todo el mundo es un asco. Me tiemblan las manos al pensar en el momento en que finalmente toman la decisión. En que prefieren morir. MORIR. Se van. Se fueron ya. Dios santo y la puta que la parió. ¿Cómo mierda puede ser esto? ¿No somos un ASCO todos que no logramos evitarlo? Porque NO, no son solo los abusadores ignorantes de mierda, somos TODOS. Es difícil imaginar que los abusadores son una mayoría y que contra ellos no se puede luchar, ¿entonces, si somos más, por qué no enfrentarlos y acabar con esto de una vez por todas? ¿Vivo en un mundo en que a la gente no se le puede dejar ser? ¿Vivo en un mundo en que la gente siente y debe morir para escapar al abuso? No puedo creer que no haya nada mejor que podamos hacer. No puedo creer. No lo puedo creer.
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Visión empañada
Whatever. Es noviembre. 10 de noviembre. Falta poco. Estoy sensible.
¿Se puede extrañar a la misma persona toda la vida? ¿Es posible que sienta tu ausencia todos los días de mi vida? ¿Podré acaso resistirlo? Y, no lo entiendo, ¿se puede considerar como extrañar de veras? Ay, ¿cómo explicarme sin explicarme? Yo puedo. Yo puedo abrirme paso entre la gente. Puedo derrotar a cualquier obstáculo que se me ponga en medio para tenerte otra vez. Probablemente tú también puedas. Si querés, ¿si creés que deberías? Ah, sí. Ahí está el tema. Entonces, ¿qué? ¿Solo queda extrañar? ¿Solo queda imaginarte? Pero es que no entendés, hermosa. Sí, hermosa. Me permito decírtelo esta vez. Hermosa-hermosa. No entendés nada. Yo te vengo imaginando hace años. Te vengo imaginando desde que tengo memoria, ¿sabés? A ti. Te conozco desde que tengo memoria. Y luego te vi. Hermosa. Acabo de llegar a casa, y no sabés. Cuando abrí la puerta del ascensor, en el límite de este y el suelo, apoyada sobra la rendija que los divide, me encontré con una prenda tuya que robé hace ya un tiempo. ¿Cómo es posible? Digo, sí, siempre existe la explicación lógica, ¿no? Sé cómo es posible. Pero eso no es relevante. ¡Estaba ahí! ¡Estaba ahí! De entre todas las cosas, fue la tuya que me dio la bienvenida de vuelta a casa. Lloré instantáneamente. (¿Como siempre?) Y la abracé. Y la bese. Y la miro y sonrío. ¿Hay señales? ¿Existirán acaso estas cosas? Necesito magia. Necesito algo místico. Algo que me diga que trasciende de mí, que por más insoportable que se me haga, hay cosas más importantes en juego. Hay movimientos en el cosmos. Movimientos provocados por tú y yo. Por lo que yo siento por ti. No me sorprendería. Es infinito. Es todo. Es omnipotente. Está en todos lados. Ahí cuando te pinchen las plumas del acolchado. Allí cuando le agregue adobo a la salsa. Ah, cuando abrace a Bind por las noches. Todas. TODAS. ¿Podés entenderlo? Sos todas la noches. Toda la oscuridad vacía, ahora, toda la oscuridad infinita. Toda la que desaparecía de repente, como quebrada por el rayo de luz más grande, cuando ponía mis manos entre tus piernas y descansaba mi cabeza en tu hombro.
domingo, 7 de noviembre de 2010
Happy Together.
Hay tantas muchas cosas que quiero decir. Hay tantas muchas cosas que solo me he dicho a mí misma, porque, después de todo, ¿cuál sería el punto de contártelas? Ya nada va a cambiar. Acostumbrarse o morir. Y acostumbrarse implica morir un poco. Es una paradoja imposible: ir en búsqueda de mi felicidad, solo traería destrucción, y no solo la mía. Entonces, no sé qué estoy haciendo acá. No sé nada. Al carajo, justamente quería evitar este tipo de textos, solo quería recomendar lo siguiente:
Esta película.
Esta película.
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miércoles, 3 de noviembre de 2010
Verte.
Verte y estallar en voluptuosidades. Verte y confundirnos como estalactitas y estalagmitas al borde de la extinción, deshaciéndose en sudores de agua dulce. Verte y compartir el mismo punto en el espacio. Verte y sumergir mis manos en el océano de tus cabellos y que un Neptuno irritado me haga naufragar en el centro para ser para siempre guardia de la entrada a los pensamientos más bellos que jamás existieron. Verte y ver solo blanco, blanco brillante, blanco enceguecedor y luchar entre la luz y hacerme paso entre la claridad para encontrarte y apagar, quizás, el interruptor por un instante para verte un poco más sin lastimar mis ojos. Verte y desnudarnos antes de tocarnos. Verte. Verte y desdibujar las huellas de mis pasos para ya no volver. Verte y olvidarnos de estas palabras. Verte para siempre y ya no ser.
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